Cuando Rosa dijo estar embarazada, la noticia cayó como bomba. 16 años y embarazada, más allá de ser el shock que aún representa en nuestros días, en ese entonces, en los años sesenta, era algo impensable.
Sin embargo sucedió así en esa familia de 6 hermanos, madre y padre que no podían entender cómo era posible que hubiera pasado. Los más pequeños no sabían mucho qué sucedía, -un miembro más de la familia, alguien más para jugar- eso pensaban.
Al Patriarca sin embargo, lo consumía un dolor inmenso "¿Qué va a decir la gente? ¡Que mi hija es una cualquiera!" - Mientras que ahogado con esa rabia golpeaba la pared con furia. Como si quisiera tumbarla, como si al hacerlo todo cambiara, como si realmente eso pudiera solucionar algo. Aunque en realidad lo hacía, cada golpe, cada punzada que sentía al hacerlo, le recordaba que estaba vivo y no muerto como creía estarlo.
La madre, tranquila, esperaba que a su esposo le pasara el coraje, el berrinche, la indignación. Se le tenía que pasar, Rosa era su consentida, lo había sido siempre, por eso le dolía tanto. De los 6, para él ella siempre fue más que los demás. Favoritismo. (Sí, sí existe tal cosa aunque los padres digan que no).
Todos tomaron la noticia y lidiaron con ella como pudieron y supieron; Rosa, sería madre. Ellos abuelos. Los más pequeños serían ya tíos sin siquiera saber lo que eso representaba. El hermano mayor, un año menor que Delia, hubiera querido ir a golpear a quien lo había hecho, sin embargo, no lo hizo, pero sólo porque no sabía quién era. Lucy, la mayor, la responsable y la consentida por parte de la madre, se había ido a estudiar fuera, lejos. Se lo merecía. Se lo informarían entonces por correo.
Pero para Delia fue la pérdida de su libertad, el inicio de mayores problemas.
Su historial nunca estuvo a su favor; poco dada al estudio, siempre metida en constantes riñas, mentiras, problemas.
Al día siguiente de dicha noticia, llamo a Delia.
-¡A ver Delia!- "A ver Delia" no podía significar otra cosa mas que problemas e inmediatamente repasó mentalmente lo que había hecho y lo que no había hecho. -Sí limpié el patio... ¿Qué día es hoy? Sábado, no tocaba sacar la basura... Se asomó por la ventana para saber si algo externo le podía decia qué se debían semejantes gritos. No, no he hecho nada, ayer llegué temprano... -Sin saber entonces lo que le esperaba, salió al encuentro de su padre quien lo esperaba con una mirada dura y fría con su madre. -Sube al auto- fueron sus palabras y quedando en el medio de los 2, el automovil se puso en marcha.
-¿Quién es?- Preguntó sin más.
La mente de Delia trabajaba más rápido que nunca sin saber de qué se le hablaba. -"¿Quién es", quién?- preguntó con toda la naturalidad que le fue posible demostrar.
-Tú debes de saberlo, ¡¿con quién salía Rosa?!
Rosa, una vez más Rosa era la causante de este regaño injusto. Su alma descansó un poco, ella no había hecho nada, aunque su padre encontraría la manera de hacerla responsable de lo que había sucedido. -No lo sé- contestó. -¡Debes de saberlo, debes de saber con quién salía!- Pues no, muy poco sabía yo de sus cosas y no sabía que estuviera con alguien.- Mentía, por supuesto que mentía a pesar de que Rosa no se portaba bien con ella, no quería aportar nada de información, mucho menos cuando ella podía salir perjudicada. Condujo el auto invadido por toda la gama de sentimientos que lo dominaban. -Ya se le pasará, no te preocupes- Esas fueron las palabras de su madre.
Su madre, siempre con la cabeza tranquila, con ese corazón enorme. Ella que lograba siempre el mismo efecto; hacerla sentir tranquila.
Sin embargo con información y sin ella, hubiera pasado lo mismo. El Patriarca se responsabilizaría de que eso no le pasara también a ella. Y se aseguraría de ello.
Desde entonces El patriarca, no dejo de vigilar a Delia las 24 horas.
Los nueve meses pasaron sin grandes cambios. Rosa volvió a ser la consentida del Patriarca y Delia tenía que cumplirle sus caprichos y demandas. Nació entonces Julieta, una niña hermosa de bella sonrisa y color canela, bella. ¿Con rasgos del padre? Cómo saberlo si nunca se supo quién era, pero era muy linda y sí, como cada bebé en una familia, trajo un poco de luz al hogar. Pero una luz que mientras a unos alumbraba y daba calor a otros quemaba y cegaba.
Rosa, se había vuelto aún más odiosa e insoportable. Delia, era quien tenía que hacer todo. La ahora abuela, cuidadaba de Julieta y los más chicos, curiosos como siempre, querían estar también cuidándola. Había que admitir que tenía gracia.
Cuando las cosas estaban acomodándose, a pesar de los pleitos que eran de esperarse en una familia asi de numerosa, sucedió entonces otra noticia que cambiaría el curso de las cosas, que afectaría a cada uno de los miembros de la familia de manera que jamás lo imaginaron.
Noviembre llegó con su frío y con él un visitante inesperado al corazón del pilar del hogar. La Madre enfermó. Su estado de salud comenzó a decaer cada vez más, los doctores le hicieron toda clase de estudios, y todos apuntaban a lo mismo; el corazón.
Al no tener en la ciudad para darle el tratamiento que necesitaba, se trasladaron entonces a otro hospital, a una ciudad más grande, allá, donde Lucy estudiaba. Partieron la Madre y El Patriarca, ambos asustados.
Se quedaban Delia, Rosa, los hermanos y Julieta, todos al cuidado de Delia.
Nadie podía esperar lo que sucedería, Delia de ahora 17 años, sabía que las cosas cambiaran su curso totalmente.
Aunque los doctores la cuidaron y trataron con los mejores tratamientos de ese entonces, no se pudo hacer nada más.
Murió La Madre, joven, a sus 45 años, muere de fallas del corazón. Sus últimos días a lado del Patriarca y su hija la mayor.
Regresaron a su ciudad, Lucy y el Patriarca, pero no eran los mismos que se habían ido. Regresaron cambiados, diferentes, solos.
¿Cómo se puede vivir sin ella? esa era la pregunta que en cada cabeza cruzaba. Todos afectados. El Patriarca se quedó sin su luz, sin su sonrisa, su calor, su cuerpo que se conservaba tan hermoso a pesar de haber tenido 6 hijos, se quedaba sin sus consejos antes de dormir, sin su mirada dulce, sin ese calor de hogar. Se había quedado solo, con 6 hijos, pero totalmente solo.
Con un régimen militar, estricto, responsable, con todo su entrenamiento, con toda su experiencia de haber ido a laguerra y haber visto tantas cosas, nada, jamás lo hubiera preparado para lo peor, para esto. Enfrentarse a su soledad, a su vida sin ella.
Cada quien se refugió como pudo, se agarró de lo que podía. Lucy se regresó a estudiar como lo había hecho, dejando de nuevo a su familia. Al Patriarca devastado, a los hermanos sin rumbo, a Rosa, egoista aún a una sobrina sin saber muy bien que pasaba y a Delia con la responsabilidad de cuidarlos a todos. Responsabilidad que aunque nadie se la había dado, ella sabía que tenía.
Se murió por tu culpa- fuero las palabras hirientes que le lanzó Rosa a Delia un día en uno de sus peores pleitos.
Tú la mataste- le contestó con furia -fuiste tú quien salió embarazada y eso la llevó a la tumba.
Fuiste tú con tu conducta, con tu actitud... - No la dejó terminar pues llena de rabia le lanzó un golpe a la cara. Pero que oportuno había sido Toño al darle una manopla de hierro justo ese día. El golpe fue directo al ojo. El resultado; ojo reventado por dentro. Sangre y huir.
El Patriarca estaba de viaje y Delia no se quedaría a esperar lo que pasaría al volver.
Junto con un amigo, huyó.
Por supuesto que El Patriarca pondría todo su entrenamiento militar y contactos a funcionar en ese momento y mandó a buscarlos. Los encontraron. A kilómetros de la ciudad a punto de entrar a otro municipio, dieron con ellos y los regresaron.
Regaños, insultos, castigos. La misma mecánica ya tan bien conocida le fue aplicada a Delia, quien con su caracter fuerte, pudo aguantarlo sin chistar.
Se quedó entonces en casa, cuidando de la sobrina puesto que Rosa se iba a trabajar y la dejaba a cargo de quien estuviera. Alberto y Martín seguían cuidando también a Julieta, extrañaban mucho a su madre, pero sabían que ya no estaba con ellos y debían adaptarse.
El mayor de los hermanos se refugió en el estudio, se encerraba en su cuarto a leer, a pensar, a llevar el duelo de la mejor manera. A pesar de su caracter violento, se reservó sus cosas y si semetió en problemas y si estaba triste, necesitado de un abrazo, desmoronándose o como fuera, los demás simplemente no se enterarían.
El Patriarca por otra parte, entró en una depresión muy profunda. Comenzó a fumar demasiado, a beber cada que podía, para tratar de olvidar, para tratar de entumirse aunque fuera por un rato. Había días en los que simplemente se acostaba en cama y de ahí no se movía.
Si la casa se estaba cayendo a él simplemente no le importaba. Le dolía la ausencia, le quemaba por dentro todo. ¿Sus hijos? ¿Es que acaso tenía hijos? ¿Cómo si ellos ya no tenían a su Madre, si la mujer de su vida ya no estaba ahí para decirle cómo guiar, cómo cuidar, cómo hacer las cosas?
No le importaba nada, nada en lo absoluto, el mundo había perdido sentido. Si sus hijos estaban bien o mal, eso no es que no le importara, es que ni siquiera le cruzaba por su mente.
Delia veía como su familia se estaba cayendo, pero estaba haciendo todo lo que estaba a su alcance para que no faltara lo primordial en la casa, lo básico, ya ni hablar de ropa, de dulces, de algo más, para eso siemplemente no había presupuesto. Entre trabajar y mantener una familia a tan corta edad, a veces no tomaba las mejores decisiones. Lo comprobó cuando en una ocasión uno de sus hermanos de tan solo 12 años de edad no regresaba a casa después de haber salido en la tarde a jugar con los vecinos.
Ocho, nueve, diez de la noche y no había noticias de él, no llegaba... 11 de la noche, el alma en un hilo, el Patriarca fuera, emborrachándose muy probablemente. Once treinta de la noche, abren la puerta de la casa, llega Martín con el moretón más grande jamás antes visto en el cuello, pero no, no había sido un golpe lo que lo hubiera ocasionado, sino unos labios. Un chupete ENORME es lo que traía en el cuello.
Delia le pregunta dónde había estado, con quién. Después de no querer contestar, lo hace.
Delia sale inmediatamente a la casa de esa "señorita", sí; señorita, casi mayor de edad. No supo cuánto tiempo tardo en llegar, sólo recuerda haber tocado a la puerta y en cuanto ésta se abrió, empujó a la "señorita" y tirándola al suelo comienza a golpearla en todas las partes del cuerpo que le es posible. La furia se apodera de ella y no le da tiempo ni de poder meter las menos para defenderse. Delia que siendo una joven hermosa y a simple vista delicada, laverdad es que tenía una condición física bastante buena y el convivir entre tantos hermanos y tener amigos bastante maleados, le habían dado mucha experiencia para los golpes.
Cuando cayó en cuenta de lo que estaba haciendo se detuvo en seco y dejó de golpear. La "señorita" no se movía, se dió cuenta de que en las manos tenía sangra al igual que en su ropa y le dió miedo. Mucho. Salió de la casa cerrando la puerta tras de si y volvió a casa.
Martín al verla se asusta, ella lo ve en su expresión, sin embargo, fuera de tranquilizarlo suelta las siguientes palabras:
Y si lo vuelves a hacer a quien le voy a pegar así es a ti. Cabe mencionar, que jamás volvió a suceder nada igual.
El tiempo seguía pasando, Delia, seguía en su papel de mamá y el Patriarca en su papel de hombre en duelo. Era suficiente. Cuando se dio cuenta de que seguía en la cama tuvo que hablar con él.
-No eres al único que le duele, a nosotros también, nosotros también la extrañamos, pero no nos puedes dejar sin atender. No puedes pasarte todo el tiempo acostado, bebiendo, tienes una familia todavía, ¡Haz algo!-
Si sus palabras sirvieron o no, jamás lo sabrá pero lo cierto es que después de eso El patriarca deja ese estado y vuelve a la vida.
No, lo que siguió no fue felicidad, sonrisas y corazones rosas.
La situación de la familia seguía siendo complicada, pero Delia ya había hecho lo que tenía que hacer y ahora ella podía, TENÍA que vivir su vida, hacerla, a pesar de que El Patriarca siguiera vigilándola todo el día. Delia era como un zorro, demasiado astuta.
Siguió trabajando duro, para poder salirse de casa. Y así lo hizo, en la primera oportunidad que tuvo, se marchó, con gritos del Patriarca, con la desaprobación de éste, pero estaba decidida, lo hizo, se fue.
Pretendientes no le faltaron, propuestas de matrimonio tuvo bastantes. Pero Delia estaba decidida a no casarse. Hasta que, como siempre en la vida, se le atravezó alguien en el camino con quien pudo hacer su historia. Con quien se casó y tuvo una hija. La relación con el Patriarca se arregló y como si el pasado no hubiera existido, los 6 hermanos son unidos y se ven cada que pueden.
Si todos recuerdan lo que acabo de escribir, no lo sé.
Yo tengo sólo la versión de mi tía, de Delia. De esa mujer valiente, fuerte, decidida, inteligente, sumamente capaz y ejemplo.
Del Patriarca, quien lo sigue siendo, tenemos demasiadas cosas, actitudes, enseñanzas. Las personas externas a la famila, mencionan que somos "especiales", "igualitos", -es que no cuentan sus cosas-, por ejemplo.
No, no lo hacemos, el mundo no tiene por qué saber si nos sentimos mal, o si nos duele algo. Todos estamos acostumbrados a solucionar las cosas por nuestra cuenta.
¿Autosuficientes, cerrados? ¿Es bueno, es malo? Ni idea, pero es así. Somos más de acciones, de actos, de un abrazo, de una mano en el hombro.
Por eso muchas veces lo único que yo necesito es saber que esa persona está, o un abrazo, ni siquiera una palabra, simplemente saber que está porque eso es lo único que se necesita para estar bien.
Creo que este post está perdiendo su punto. Lo comencé a escribir porque hace poco tuve toda esa información de nuevo y quise darle forma. Falta aún más, pero de momento escribirlo me ha servido mucho.
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